Carmela Marrero continúa el diálogo con Félix Bruzzone. En esta segunda parte de la entrevista las editoriales en Argentina, su rol en el proceso de escritura y el proyecto Tamarisco en particular abren el camino para reflexionar sobre estos y otros temas.
¿Cómo se organiza el panorama editorial en Argentina?
Los textos
de ficción son solamente un nicho dentro del mundo editorial, después tenés
toda otra cantidad de libros que son los que realmente se venden, que se
dedican a política, cocina, etc. Hay editoriales grandes que dedican parte de
su catálogo a los libros de ficción, algunas son mejores que otras y creo que
tienen dinámicas bien diferentes. Por ejemplo, Planeta busca ganar, por eso
publica libros con la certeza de que se van a vender, y si no, los saca del
mercado inmediatamente. En cambio, Sudamericana o Mondadori —en realidad acá se
llama Random House Mondadori— es bastante más jugada; le interesa más tener un
catálogo de escritores, y que esa rueda que se va armando sea interesante, que
esté ahí dando vueltas y si se vende, bien, y si no se vende, no importa. Si
ves los libros, te das cuenta de que son mucho más jugados. Y Alfaguara
realmente no sé, pero no he visto que publiquen autores jóvenes. Parecería ser
un sello más conservador.
Después hay
una enorme cantidad de editoriales medianas, como Adriana Hidalgo; a esta
altura creo que Eterna Cadencia sería una editorial casi mediana, tiene
bastante libros publicados; también Interzona, Beatriz Viterbo, bueno… se me
escapan. Y todas ellas publican variedad, cada una tiene sus preferencias y
está bien que sea así.
Después de
2001 surgieron muchísimas editoriales chiquitas, autogestionadas, incluso de
autor; esto significa que le cobran al autor la imprenta o algunos otros
costos. Hay muchas editoriales que se financian de ese modo, pueden publicar
diez o veinte libros por año y algunos de esos son muy vendidos.
En
Tamarisco nos dedicamos a publicar primeros libros de autores nuevos. Esto se
dio un poco por casualidad, porque no era la única idea que teníamos cuando
comenzamos, pero en los hechos fuimos por ese lado. Esta línea editorial es de
un gran riesgo, imaginate, gente que no es conocida fuera de nuestro grupo y de
gente afín. Comenzamos a publicar muy poquito, dos libros por año, con suerte.
Pero podemos trabajar bien con esos libros, hacer que el autor se mueva mejor y
darle más bola. De los libros que hemos publicado han salido escritores que
después lograron consolidarse o por lo menos proyectar una obra y sacar otros
libros. Entonces la apuesta nuestra fue esa: encontrar o tratar de encontrar
autores relativamente jóvenes y que nos interesara que pudieran contar algo de
una forma atractiva y que eso luego se convirtiera en una suerte de
intervención a futuro, porque queríamos que esos autores pudieran continuar
escribiendo, no que escriban un libro y ya está, sino que puedan ser autores a
futuro y que esa obra intervenga en el campo literario, si se quiere.
¿Por qué crear Tamarisco?
Por el
hecho de poder generar una movida y una intervención en algo que nos interesaba
a nosotros; los cuatro que formamos Tamarisco somos escritores. También
queríamos generar una intervención, y las opciones eran escribir un libro y
llevarlo a una editorial y estar apechugando para que nos publiquen, o hacer
nosotros una editorial generando esta intervención que nos interesa hacer no
solo con nuestros textos, sino también con los textos de otros. Y me pareció
mucho mejor la segunda opción.
Tampoco era
tanta la inversión porque, como te digo, los costos y las posibilidades de
hacerlo en estos últimos años se facilitaron muchísimo, más teniendo en cuenta
que las tiradas empezaron a ser accesibles. Antes para publicar un libro tenías
que hacer cinco mil ejemplares; obviamente para nosotros hacer ese número es
casi imposible porque no nos alcanza la plata, pero sí podemos hacer quinientos
ejemplares y ya con eso generamos una pequeña intervención, entonces bueno,
hagámoslo, no cuesta.
¿Cómo se financia Tamarisco?
Comenzamos
poniendo plata nosotros, pero desde hace dos años ya no tenemos que poner
plata. Algunos libros salieron con subsidios o con becas, ahí no tuvimos
gastos. Lo que queda de esos subsidios, o lo que sale de ventas o de algún
evento al que nos invitaron y nos pagaron, lo ponemos para la editorial. Así
sale la financiación. En ese sentido es una editorial un poco rara porque
normalmente la forma de financiación de las editoriales es pidiéndole una
colaboración al autor, lo cual no me parece nada mal pero es algo que no
hacemos nosotros.
Por otro
lado, algunas editoriales tienen un capital inicial o a largo plazo bastante
grande que lo suele poner una especie de mecenas; en el caso de Eterna Cadencia
es el dueño de la librería; en el caso de Adriana Hidalgo, la propia Adriana
Hidalgo. En Interzona hubo unos abogados que pusieron mucho dinero para arrancar,
y en Mar Dulce —una editorial que salió el año pasado—, también; los dueños son
gente de plata. Otro ejemplo es La Bestia Equilátera, que es una editorial
chica pero con bastante visibilidad. Es una editorial genial, tiene libros
buenísimos y el editor es Chitarroni [Luis], quizá el mejor editor de la
Argentina. La dueña es una persona de plata y le pagan a Chitarroni para que
haga ese trabajo.
No son
negocios las editoriales, por ahí, sí, pero cualquier otra inversión sería más
redituable. Es como quien invierte plata para correr carreras de automovilismo,
prepara un auto durante meses, se gasta lo que no tiene para darse el gusto de
correr en el autódromo… O como los tenistas, en algún momento ganan plata pero
tienen que llegar a eso; si no, tienen que estar financiados por alguien. Esto
es lo mismo, tenés que dedicarle un montón de energía y los réditos son muy
pocos. Pensá que estamos hablando de tiradas de mil ejemplares y muchas veces
no se venden ni siquiera esos mil. Además las librerías pagan a los postres,
todos los libros se dejan a consignación, se los das y una vez que se venden
recién los pagan. Y se quedan con un porcentaje muy alto, no digo que esté mal
porque son los que los comercializan, pero así el precio final del libro
termina siendo muy alto, entonces no se vende tanto por ese motivo.
Hay una
imposibilidad de vender libros que es bastante patente, pero aun así toda esta
movida lo que ha generado es una ampliación, creo —esto lo tendría que decir
alguien que haya hecho un estudio—, de los lectores, cosa que antes no se daba;
en los 90 no se dio una ampliación, más bien se produjo una reducción del
público lector en relación a otras épocas, por ejemplo los 70, incluso los 80,
donde había autores populares, estaba Puig, o Jorge Asís.
¿Cuánto influyen las políticas editoriales en
el proceso de escritura? Es decir, si mientras el autor escribe, piensa en si
será publicable o no.
Creo que
eso va en cada uno y no podría responderte por cada uno, pero creo que
evidentemente cuando uno está escribiendo sus primeros libros no piensa mucho
en si va a publicar o no, está como más enfrascado en hacer un buen libro y
después veremos qué pasa. Por lo menos eso fue lo que me pasó a mí. Después, ya
conforme, uno se va dando cuenta de que el libro puede ser publicado, puede
ganar un premio, puede traducirse, o sea todos los eventos del mundo editorial
que escapan al libro en sí. Entonces uno se da cuenta de que eso está presente
y empieza a funcionar, no sé, en mi caso, como estructurador. Por ejemplo, tengo
que escribir una novela de acá a dos años, bueno, si tengo una idea, no tengo
problema, firmo un contrato porque sé que lo voy a poder hacer. Si no lo hago,
bueno, se puede romper el contrato y ya está. Pasa a ser un trabajo y creo que
no está mal que la escritura pase a ser un trabajo en ese sentido, en el
sentido de tiempo, reglas y demás. Incluso cuando te dan las pruebas de
imprenta y las ves, muchas veces digo, mirá, tiene razón el corrector. Si bien
en una editorial grande todo eso se produce de forma muy pautada, con tiempos
muy fijos y demás, en una editorial como la nuestra no se dan tan
estrictamente. De todas maneras en Tamarisco, por ejemplo, editamos un montón
los libros que nos llegan y conversamos con los autores y les decimos mirá este
personaje, esta escena... y de alguna manera vamos armándolo entre todos.
También pasa eso en las editoriales grandes con mucha más burocracia y demás y
no está mal que pase. Creo que los escritores de mi edad somos más permeables a
toda esta situación de hacer el libro entre muchos. Entregamos el libro y vemos
cómo hacemos para que funcione.
¿Otras generaciones no son tan permeables?
Me parece
que no, o ponen más resistencia. Quizás, no sé. Conozco dos o tres escritores
un poco más grandes que piensan que son medio bestias, por cómo él o los
editores dicen las cosas, pero bueno, qué sé yo, si no querés, rompés el
contrato y ya está. Hoy en día las facilidades para publicar son enormes en
comparación con otras épocas.
¿En qué medida la relación con la editorial
afecta la carrera de los escritores?
El autor
tiene más calce para seguir haciendo cosas, para seguir pensándose a sí mismo y
para que la gente hable de lo que hace si está con una editorial que le da
bola. En nuestro caso, a pesar de tener una estructura chiquita y de publicar
pocos libros, un montón de gente los lee, son comentados, salen reseñas y todo
eso va armando caldo. En cambio si uno va a una editorial de autor y publica su
libro, puede ser que eso pase, pero lo más probable es que ese libro quede
bollando. Si se tiene mucha suerte, tal vez pase a algún otro lugar, pero lo
más probable es que nunca pase a otro lugar. Lo mismo pasa cuando una editorial
grande decide tomar a un autor joven que le parece prometedor y dice probemos a
ver qué pasa, pero claro, el editor tiene que publicar eso y cien libros más en
ese mes, entonces qué va a hacer, probablemente ni siquiera la prensa es tan
buena por más que la editorial tenga mucha visibilidad.
Lo que para
mí tiene de bueno la movida de editoriales independientes es eso, que en
general intentan que los libros estén presentes, sean visibles y se lean. De
alguna forma buscan ir ampliando cada vez más el público lector, un trabajo de
hormiga, pero bueno.
Y en cuanto a eso, ¿el público lector también
de alguna forma se hace presente en la política editorial?
Sí, y lo
que se dio es que muchas editoriales, inclusive Tamarisco, buscamos que los
libros sean legibles por una amplia diversidad de lectores y eso es una gran
decisión en la literatura argentina. La pregunta es para quién escribimos,
¿para los diez que nos van a leer en la Facultad de Filosofía y Letras o para
el que le llegue el libro? Para nosotros lo importante es que el libro lo pueda
leer cualquier sin necesidad de ningún tipo de formación específica. Obviamente
que todo autor tiene detrás una formación y hay que tratar de ver eso, si no,
es un poco débil, un autor que escribió por casualidad pero qué pasa atrás de
eso.
En tu caso, vos publicaste primero en Tamarisco
y a partir de ahí llegaste a Mondadori. ¿Cómo fue tu proceso?
Yo venía
escribiendo los cuentos de 76 y «Los
topos» era un cuento más que después se convirtió en novela porque el cuento
nunca me cerró, lo seguí y se hizo esa novela. El año que salió 76 Los
topos ya estaba medio cocinada, y me ofrecen de Mondadori publicarla.
Obviamente Tamarisco no la iba a sacar ni ese año, ni el siguiente, ni el otro
(te dije que publica dos libros por año, entonces dos del mismo autor no es
posible), así que acepté. Además la temática era la misma y me pareció que
podían hacer juego los dos libros, que uno podía levantar al otro; Los topos, al ser de una editorial
grande, levantó un montón a 76.
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