Para algunos una pregunta vigente; para otros una cuestión obsoleta que nos obliga a dejarla atrás y encargarnos de lo que está pasando actualmente. La literatura e internet pasaron de una relación de mutua desconfianza a una cada vez más simbiótica. Sebastián Robles arroja luz, plantea interrogantes y abre el juego sobre la forma en que la Internet aparece en tres novelas argentinas de los últimos años, y sobre la forma en que ha cambiado la relación mencionada anteriormente -motivada por la evolución vertiginosa de Internet-. Desde el lado uruguayo, a su vez, se podría plantear un diálogo con El exilio según Nicolás de Gabriel Peveroni entre otras. Queda, pues, abierto el tema para su lectura y comentarios.
Tres lecturas sobre internet
Por Sebastían Robles
Desde hace algunos años viene circulando la pregunta acerca
de la influencia de internet en la literatura. Casi al mismo tiempo, se
desarrolla una literatura donde esta influencia ya no es una pregunta, sino una
realidad.
Una de las novelas precursoras en el ejercicio de narrar
internet es El pornógrafo, de Juan
Terranova, publicada por editorial Gárgola en 2005. Precursora y definitiva, al
menos en lo que respecta a la narración a través de un chat de Messenger,
dispositivo hoy caído prácticamente en desuso. Leída en la actualidad, la
novela puede ser entendida como un reflejo fiel de los modos de comunicarse de
aquellos años en que el fenómeno de los blogs y lo que se denominó la “web 2.0” empezaba a explotar, pero
estaba todavía lejos de encontrar su apogeo. Los personajes, así, conversan
acerca de diferentes temas –fundamentalmente, mujeres– y asisten a la web como
quien se asoma a una vidriera o a una pantalla que se refleja el devenir de las
cosas. No son tanto actores como comentaristas de un drama, que remite a una
realidad que sucede afuera del ámbito en que ellos se encuentran. El chat, así,
se transforma en una versión escrita y con sus propias singularidades de una
conversación telefónica, una charla de amigos durante una película o un largo
intercambio entre los parroquianos de un bar.
La internet de No
alimenten al troll de Nicolás Mavrakis, publicado en 2012 por editorial
Tamarisco, es sensiblemente diferente. Los personajes ya no son espectadores
sino que se transformaron en actores en un universo que no se limita a reflejar
una realidad de afuera, sino que la constituye con normas propias. Esto influye
en la naturaleza de las historias que narra Mavrakis, cuyos personajes (un
hacker, el moderador de los comentarios de un sitio de noticias) actúan y
reflexionan en torno a situaciones que ocurren dentro de la web. No hay un
afuera y si lo hay, en todo caso, está condicionado incluso materialmente por
lo que ocurre en internet, que es el espacio donde estos personajes trabajan y
se desenvuelven durante la mayor parte del día. El efecto que esto produce no
es asfixiante, como podría inferirse de esta caracterización, sino ominoso. Ahí
donde siete años atrás Terranova encontraba sensualidad y vínculos afectivos
genuinos, Mavrakis descubre un universo de paranoia, demencia y soledad.
Internet se transformó en otra cosa.
Ambos libros retratan etapas de una evolución que no se
detiene. Otras señales de ella pueden ser rastreadas tanto en los libros
posteriores de Terranova, como en los artículos publicados por Mavrakis antes
de No alimenten al troll. En uno se
acentúan sus rasgos vitales, mientras que el otro radicaliza su carácter
siniestro.
Los cuerpos del
verano de Martín Felipe Castagnet, publicada en los
últimos meses por editorial Factotum, extrema las condiciones del presente,
siguiendo la tradición de la mejor ciencia ficción, para ofrecer una visión
verosímil sobre el futuro de internet –y también, desde luego, sobre ese presente en que fue escrita. En la
novela de Castagnet los cuerpos se transforman en una especie de hardware
intercambiable, volviendo difuso el límite entre la vida y la muerte. Los
personajes están lejos de ser espectadores, pero tampoco es exacto definirlos
como actores de internet, a la que deben su propia existencia. O mejor dicho,
su persistencia –la persistencia de su memoria– en el tiempo.
Cabe preguntarse cómo será la literatura producida por los
nativos digitales. Aquellos que, incluso hoy en día y sobre todo dentro de
algunos años, no recuerden un pasado sin internet. Tal vez en estas obras se
encuentre una respuesta.
Sin duda hay novelas que han sido percusoras en internet... de por si ya tengo una buena lista de las mejores novelas históricas, para ir leyendo poco a poco, y ahora me encuentro esto, jamás terminare jaja
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