Por Gabriel Lagos
Publicado en TODAVÍA Nº 22. Diciembre de 2009
En los años noventa, algunos
críticos uruguayos coincidieron en destacar la “crueldad” de los
escritores jóvenes del país. Ricardo Henry, Gabriel Peveroni y
especialmente Daniel Mella parecían querer separarse –a fuerza de
anécdotas violentas y nocturnas– de la restauración del sistema
literario anterior a la dictadura, que parecía dominar también la
narrativa de los años ochenta. No todo eran contrastes, sin embargo,
también es cierto que otros jóvenes rupturistas de los noventa no
necesariamente transitaron el camino de la truculencia, como Henry
Trujillo, deudor de Onetti en los climas pero no en la sintaxis
intrincada, Leandro Delgado, poeta y autor de la enigmática novela Adiós
Diomedes, y Pablo Casacuberta, interesado por unir la experiencia
íntima con un refinado manejo del punto de vista.
Tal vez sea Casacuberta el puente con una
corriente que surgiría sobre el año 2000. Además de las preferencias
temáticas, sus integrantes comparten la conexión con Mario Levrero, cuyo
magisterio como tallerista literario –aunque no estrictamente su
ejemplo como escritor– sería un rasgo común de varios nuevos autores.
Aunque algunos de estos jóvenes, como Sofi Richero, no asistieron a las
clases de escritura que Levrero impartió hacia el final de su vida, su
trabajo tiene una gran sintonía con el tipo de producción que el
veterano narrador propició. Se trata de relatos breves, en los que es
norma el uso de la primera persona, que refuerza el efecto de
autenticidad autobiográfica de los textos. La referencia a episodios de
la juventud y sobre todo de la infancia es otro de sus rasgos comunes;
esto es llevado al extremo en la nouvelle Limonada, de Richero,
en la que ciertos episodios de la niñez son repasados una y otra vez
por la voz narrante, que busca obsesivamente aquellos momentos donde
poder fundar el nacimiento de su propia identidad. También Fernanda
Trías, Alejandra Suárez y Patricia Turnes fueron parte de esta corriente
“intimista”, que llegó a tener una expresión propia en la colección De
los flexes terpines, dirigida por Levrero y editada por Cauce en 2001,
en la que también se incluyó un relato, “Una línea más o menos recta”,
de Casacuberta. J. D. Salinger, John Cheever y aun Raymond Carver están
entre los autores más mencionados por este grupo a la hora de citar
influencias.
De forma más o menos simultánea a la emergencia de
estos “intimistas”, también cobró notoriedad otro grupo de escritores
al que podría caracterizarse por su afición a la cultura pop. Tanto el
multimediático Dani Umpi, desde una estética kitsch y con un ojo puesto
en la tradición queer latinoamericana, como Natalia Mardero, munida de
un programa formalmente posmoderno (su primer volumen de cuentos se
titula Posmonautas), e Ignacio Alcuri, marcado por la apelación
constante al humor, utilizan referencias al mundo de la televisión, el
cine y la farándula local como elementos importantes de la trama
narrativa.
Formados en el área de la comunicación –más que en
la de las letras–, todos estos autores incursionaron también en el
periodismo escrito, y aquí podría estar el origen de su apego a la
fluidez y la sintaxis sobria, alejada de los riesgos que caracterizan a
parte del grupo “intimista”. Se trata, por lo demás, del grupo más
prolífico, por lo menos en cuanto a ediciones: Alcuri, por ejemplo,
lleva publicadas cuatro compilaciones de cuentos (se destaca Problema mío), y colabora periódicamente con relatos en la prensa, además de guionar programas televisivos y radiales.
buenos nuevos
Hasta el año pasado, parecía que los “intimistas” y
los “pop” estaban destinados a dominar el panorama de la literatura
joven. Sin embargo, en 2008 circularon algunas publicaciones,
especialmente tres antologías, que le dieron visibilidad a un tercer
conjunto de autores. No se trata de que los integrantes de este grupo
sean menores en edad ni tampoco de que se hayan puesto a producir
tardíamente, sino simplemente de que no habían logrado publicar
volúmenes propios hasta el momento, aunque muchos de ellos, como Horacio
Cavallo, Ramiro Sanchiz y Jorge Alfonso, habían participado con éxito
en concursos y convocatorias varios, en algunos casos en el extranjero.
En abril de 2008 se publicó Porrovideo,
primera reunión de cuentos de Jorge Alfonso, que gozó de buena cobertura
mediática gracias a sus referencias explícitas al consumo de marihuana.
Pasado el escándalo, los relatos revelaban que detrás había un autor
que no estaba haciendo sus primeras armas y dominaba muy bien el ritmo
narrativo, y que además se vinculaba, desde lo barrial, a la línea
“nihilista” transitada por Trujillo y Onetti. En mayo de ese mismo año
se publicó Oso de trapo, una novela en la que Horacio Cavallo
daba muestras de un interés inusual por la arquitectura del relato, que
recordaba algunos esfuerzos locales de los años cincuenta y sesenta.
"hasta
el año pasado, parecía que los “intimistas”
y los “pop” estaban destinados a dominar el panorama de la literatura
joven. sin embargo, en 2008 circularon algunas publicaciones,
especialmente tres antologías, que le dieron visibilidad a un tercer
conjunto de autores.
Pero fue la aparición, con pocas semanas de diferencia, de El descontento y la promesa: nueva / joven narrativa uruguaya (seleccionada por Hugo Achugar); Esto no es una antología: antología de narradores jóvenes uruguayos (a cargo de Horacio Bernardo) y De acá! Algo de narrativa uruguaya de ahora (reunida
por Pablo Trochón) lo que permitió distinguir con claridad que las
obras de Cavallo y Alfonso no eran esfuerzos aislados, y que coexistían
tres corrientes más o menos definidas –y no dos– entre los escritores
nacidos en los setenta y principios de los ochenta. Al mismo tiempo, los
relatos allí antologados contribuyeron a esclarecer qué es lo que puede
unir a los integrantes de la tercera corriente, más allá de los rasgos
oposicionales, como su recato en el manejo de la primera persona íntima y
su limitado uso de alusiones al mundo pop. En este sentido habría que
destacar, más que temas o ambientes, el común cuidado por lo formal y la
prioridad dada a lo estrictamente narrativo. El caso ya mencionado del
poeta Cavallo tal vez sea el más radical; publicó en 2009 un volumen
titulado Sonetos de a dos (junto a Francisco Tomsich), donde de
manera por momentos lúdica da muestras de su manejo de las formas
tradicionales. En otra dirección, la recurrencia a géneros (o
subgéneros) como la literatura fantástica, la ciencia ficción o el
policial (entre otros, en Ramiro Sanchiz y Martín Bentancor) puede ser
vista como un atajo convencional hacia la elaboración de tramas
potentes. Las preocupaciones metafísicas y algo borgesianas son
evidentes en Y verás mis espaldas y en Rapsodia nocturna,
de Gabriel Schutz, uruguayo residente en México para quien hasta el
momento era difícil encontrar compañeros de ruta. Por su parte, Perséfone,
primera novela editada en Uruguay por Sanchiz (en España había
aparecido 01.Lineal), está plagada de referencias, explícitas y no
tanto, a la historia de la literatura fantástica.
Antes de apresurar conclusiones, deberían
aclararse por lo menos dos cosas. En primer lugar, no se trata de que el
tercer grupo de escritores –al que podríamos denominar “serios” o quizá
convenga llamarlos “formales”– haya decidido salir a escena como
reacción a la literatura joven que dominaba el panorama local; más bien,
esa reacción habría que situarla en la mirada de editores y críticos,
que registraron la abundancia de textos confesionales y/o
epidérmicamente posmodernistas. En segundo lugar, y matizando aún más lo
anterior, no se puede considerar a estos grupos compartimentos
estancos. Patricia Turnes concurrió a los talleres de Levrero y
ciertamente se ocupa de asuntos que rondan la adolescencia (su primera
novela, de 2007, se llama Pendejos), pero sus referencias a la
escena musical local la emparientan con los escritores pop. Algo
parecido ocurre con el “formal” Ramiro Sanchiz, quien tiene muy
presentes las tradiciones de cierta literatura, pero que a la hora de
citar a Philip K. Dick, por ejemplo, utiliza procedimientos muy
similares a los de los escritores pop. Asimismo, Jorge Alfonso, que
continúa creando relatos poderosos en su segunda recopilación, Cuentos llenos de abrojos,
realiza guiños ocasionales a lo autobiográfico y a la cultura popular,
tal como lo hacían los escritores de los primeros años de la década.
Lo que sí es innegable es que la narrativa
uruguaya está en pleno proceso de renovación. Además de la emergencia de
las corrientes señaladas, hay que anotar otros fenómenos, como el hecho
de que un nacido en 1980, Damián González Bertolino, haya ganado este
año el premio de narrativa de la editorial Banda Oriental, así como la
consolidación de la colección Estuario, rama juvenil de la también novel
editorial Hum. Por otra parte, González Bertolino y Pedro Peña parecen
estar configurando, en las ciudades de San José y Maldonado
respectivamente, nuevos núcleos creativos saludablemente excéntricos a
la hegemonía de Montevideo. La nueva década, sin duda, promete.
me parece poco correcto que escriba Lagos que es editor de cultura de la diaria nombrando a dos de las personas q escriben ahi tirandole flores, es realmente deshonesto de su parte.Sobre todo el mediocre para abajo de Sanchiz,por favor
ResponderEliminarla pelotuda ética uruguaya... ¿por qué es poco correcto? ¿en qué se beneficia Lagos? ¿quedan automáticamente cancelados los juicios que él pueda formar sobre cualquier persona con la que haya colaborado alguna vez en su vida? Por favor! Eso sí es pensamiento mediocre. Ah, y "anónimo", encantado reseño tus fascinantes novelas y cuentos y poemas y ensayos, si es que existen, claro.
ResponderEliminarajjajaja este individuo lo unico que hace es googlearse a si mismo y ver quien lo ha nombrado.En tristan narvaja venden una vida,compratela!
ResponderEliminarSi vas a ser así de agresivo, al menos no publiques bajo un perfil ánónimo, ¿no te parece?
EliminarPor otra parte, no veo cuál sea el aporte de un comentario de este tipo.
Saludos.
Gracias por compartir este informe. Sin duda la literatura uruguaya no está siendo ajena a ese curioso proceso llamado "mundialización" (que no es lo mismo que la globalización). Me alegra saber que hay tanta diversidad, que se está escribiendo bien (con originalidad, estilo, diferencia, transgresión, diferencia) y que, además, muchos de los nuevos escritores están trabajando desde una conciencia histórica, es decir, desde cierta actitud crítica hacia su propia tradición. Quizás esto genere algo "similar" a una idea de generación literaria, de movimiento artístico o por lo menos de nueva actualidad en materia de expresión escrita.
ResponderEliminarEstaría bueno que la crítica literaria fuese también una tarea joven, mentalmente joven. Así como muchos redescubren a Mario Levrero y hasta lo canonizan, no estaría mal recuperar a los (tal vez intencionalmente) olvidados del '45.
Creo que este espacio da cuenta de todo lo antedicho y por eso celebro su existencia.
Aquí se trata de literatura, obvio, pero no crean que es la única actividad creativa que se está desarrollando en Uruguay: poco a poco surge y se expande un nuevo escenario de la filosofía (con más noción de la propia tradición y menos colonialismo mental), del cine (superando la estética algo estereotipada de Stoll y Rebella, del tango (componiendo más allá y con Piazzolla, en Montevideo y en el interior del país) o el arte urbano (grupos de 'graffiteros', concursos de arte en murales), etc. Todo esto me pone muy contento.
Una pregunta y termino mi comentario infinito: sería posible acceder a fragmentos/pasajes de los textos que reseñan? Vivo en el exterior.
Otra cosita: la página tiene pensado hacer videos? (sobre los entrevistados, etc.). Gracias.
Fuerza y a perseverar!
M. Dieste.
(Con los "olvidados del '45" me refería, entre otros, a tipos como Jorge Musto, Ariel Méndez, Alfredo Gravina, L. S. Garini, Julio Ricci, etc.)
ResponderEliminarNo creo que loa autores que mencionas sean olvidados. En esa categoría si podrían entrar autores como Carlos Brandi, Zelmar Ricetto. Musto es de la generación del 60. Y los realmente olvidados, son los que fueron ninguneados por los parricidas del 45, sobretodo Rodó, el gran olvidado. Pero también compañeros de generación de los del 45' como Sara de Ibañez, Clara Silva y otros algo anteriores como Emilio Oribe o C. Sabat Ercasty. El tiempo que todo lo ajusta le dirá a las generaciones que vengan quienes van a quedar y quienes van a ser un melancólico recuerdo.
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